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Confusión, sonrisas y lágrimas

Confusión, sonrisas y lágrimas.

Esta mañana no ha hecho falta que Pitín y yo desmontáramos la tienda de campaña en la que nos alojábamos interinamente pues nos la habían robado durante la noche. Cuesta imaginar a quién pueden interesar los barrotes metálicos a que había quedado reducida después que unos vándalos nos la quemaran varios días atrás, aunque en estos tiempos de precariedad cualquier bien ajeno es preciado.

Quizá los ladrones han aprovechado que Pitín y yo hemos andado ocupados defendiéndonos de los chuchos que sobrevivieron al bombardeo de la perrera que, famélicos sin duda, intentaban masticarnos los tobillos y otras partes del cuerpo. Hubiéramos zanjado el asunto con menos dificultades si la carta municipal pro-derechos de los animales no castigara con prisión cualquier gesto hostil contra los perros.

En todo caso Pitín y yo hemos recogido nuestros dispersos objetos personales y hemos tomado un taxi para ir al hotel donde se aloja toda la prensa.

El taxista ha resultado ser un inmigrante que vino a la ciudad huyendo del mundo rural y, por lo que parece, su situación desde entonces no ha hecho más que empeorar. Según él, en esta región Separatista, los taxistas son poco más que esclavos, acribillados a impuestos y multas, parias que ven impotentes cómo los líderes políticos lavan el cerebro de sus hijos y los transforman en máquinas que denuncian a sus padres por cualquier minucia.

Mientras escuchaba su sangrante relato he observado con inquietud que volvíamos a pasar por tercera vez por el mismo sitio. Después de poner a caldo al ayuntamiento, a las autoridades Separatistas, a los funcionarios, a los profesionales liberales, a los trabajadores por cuenta ajena y a varios cantantes de éxito nos ha preguntado a dónde nos tenía que llevar.

Al cabo de un rato hemos pasado por un barrio periférico donde eran evidentes los estragos causados por los bombardeos. Varios edificios en ruinas y socavones por toda la calle. Sin embargo el taxista nos ha informado que allí no había caído ninguna bomba sino que era culpa de una explosión provocada por una anciana que había encendido un puro junto a una bombona de butano. Según parece, los socavones son fruto de las obras de mejora del metro, que ya se han llevado por delante varias manzanas.

Tras recorrer muchos kilómetros de forma francamente aleatoria hemos llegado al hotel Le Royal. El precio de la carrera me ha obligado a extenderle al taxista un cheque. Lo ha cogido y ha salido de allí pitando.

En recepción, una nube de periodistas departía en corrillos. Nos hemos acercado a recepción y la señorita del mostrador nos ha asignado la habitación 1714. Un poco sorprendido le he preguntado si nuestra cadena no había pagado por dos habitaciones individuales y me ha respondido que no y que hiciéramos el favor de pagarle en metálico y por adelantado.

Mientras cavilaba sobre qué tipo de malentendido se podía haber producido para que la cadena no hubiera previsto nuestro alojamiento la señorita me ha informado de que, dada la coyuntura, no aceptaban moneda nacional pero que podíamos pagar en dólares, en libras esterlinas, en sucres, en dongs o en maravedíes.

Mientras subíamos en el ascensor Pitín y yo hemos guardado un ominoso silencio.

He perdido el sorteo para ver quién de los dos se quedaba con la cama individual y quién con el plegatín. He aceptado la derrota con deportividad pero me han dolido las muestras de júbilo excesivas de Pitín, sobre todo los cortes de mangas mientras gritaba: “Toma, toma, toma”.

Durante toda la tarde he estado preparando la crónica para el informativo de la noche y no he salido de la habitación. Sin embargo Pitín ha ido a la azotea, a buscar la localización idónea para la conexión y se ha llevado el bañador, la toalla y las gafas de sol.

Hacia las ocho, no habiendo regresado mi cámara, he decidido hacer las pertinentes pruebas de vestuario para la conexión en directo. Entonces he caído en que aún nadie nos había subido el equipaje a la habitación.

Ligeramente molesto he bajado a recepción para averiguar qué pasaba y la señorita me ha informado de que la normativa municipal prohíbe explícitamente cualquier trabajo denigrante, como subirle las maletas a un par de pelanas.

He localizado nuestro equipaje en el hall. Los periodistas de Reuters estaban jugando al fútbol con él. Afortunadamente ninguno de los bultos había sufrido desperfectos y he conseguido arrebatárselos y arrastrarlos hasta el ascensor. Los periodistas han continuado el partido con una lámpara de alabastro, aunque me interesa relativamente poco.

Tras varios viajes he conseguido introducir todo en la habitación: seis maletas mías y los catorce baúles de Pitín. He recordado que debo llamar al aeropuerto para ver si ya ha aparecido la bolsa de viaje que me extraviaron. Espero que no me hayan tocado los esquís.

En esto ha llegado Pitín y me ha informado que la cadena ha suspendido nuestra crónica en directo porque esta noche televisan un resumen de lo mejor de la Final Four de la Euroliga.

He ido a llorar al lavabo un rato.

Ni siquiera he acompañado a Pitín a cenar. Me he quedado montando el plegatín. Mañana será un día intenso y tendré que estar fresco para entrevistarme con los militares del Ejército Nacional.

Mientras hago una pausa para evaluar qué estoy haciendo mal con el plegatín rebusco en mi equipaje y me enchufo el iPod para que el bueno de Phil Collins me temple los nervios y, de paso, ahogue los aullidos de los perros.

¡Qué a gusto voy a dormir esta noche! Una cama blanda y un sueño reparador.

Confusión, esfuerzo y melancolía

Confusión, esfuerzo y melancolía.

Desde las colinas que rodean la capital Separatista la artillería del Ejército Nacional sigue bombardeando sin tregua. La novedad es que hoy, por fin, han acertado. Por culpa de una heterodoxa interpretación del Sistema Métrico Internacional, hasta ayer, el fuego de mortero había ido a parar al mar y, a su vez, los obuses caían sobre la artillería de mortero, lo cual mellaba innecesariamente la moral de la tropa.

Hoy, sin embargo, el General de Brigada ha informado que los misiles guiados por láser han destruido tres objetivos militares estratégicos: una peluquería unisex, un circuito de motocross y la perrera municipal.

Todo buen reportero de guerra sabe que las batallas más cruentas son las de cifras. Uno debe vacunarse contra la desinformación y desconfiar de lo que dicen los mandos. Sin ir más lejos, según el parte oficial del Ejército Nacional el número de bajas en sus filas es cero. En cambio otras fuentes más fiables apuntan a 117: Dos por meningitis, uno por difteria, tres por disentería, uno por cólera, diecisiete por suicidio, cincuenta y dos por fuego amigo, tres por reyerta, seis por homicidio, dos por ataque de gato montés, cuatro por muerte natural, cinco extraviados y doce deserciones.

Hacia mediodía un aparato no identificado ha causado el pánico entre la población civil al sobrevolar la ciudad. Inmediatamente ha salido en su persecución un helicóptero de Tráfico tripulado por varios miembros de la Guardia Urbana que iban armados con material antidisturbios. Finalmente el intruso ha sido abatido y se ha podido comprobar que se trataba de un ultraligero pilotado por un particular. Éste ha afirmado que, en cuanto abandone la UCI, presentará una denuncia por lo civil.

El alcalde ha hecho un llamamiento a la calma y a la resistencia pacífica en una intervención televisada. Ha insistido en que los ciudadanos deben estar más unidos que nunca y que entre todos “daremos una lección de civismo y convivencia a los invasores. Sin duda”, ha añadido, “esto les hará recapacitar y depondrán las armas”. Las palabras vehementes del alcalde han sido acogidas con tibieza por la opinión pública, ya que el discurso lo ha hecho enfilando la escalerilla de su jet privado.

Los Separatistas siguen reclutando milicianos: según fuentes oficiales ya se han presentado 15.000 voluntarios. Según fuentes extraoficiales los 15.000 voluntarios han sido reclutados a punta de pistola.

Lo que sí se sabe a ciencia cierta es que el potencial ofensivo de la Milicia es escaso a todas luces. Quizá se deba a la tradición dialogante y pacífica de esta región Separatista o quizá a una escandalosa imprevisión. En todo caso se ha procedido a inventariar el arsenal disponible:

Tres pares de guantes de boxeo, una katana y unos nunchakos gentileza del gimnasio Cuñados kickboxing.

Una casaca, un par de espuelas y una bayoneta torcida del Museo Municipal de la Paz (antes Museo Municipal de la Guerra)

Dos armaduras y un trozo de yelmo del Museo de la Paz Medieval (antes Museo Medieval)

Una bomba sin detonar de la última guerra civil guardada en el relicario de la Catedral de Santa Eurídice.

Varias docenas de puños americanos, armas blancas y pistolas de fogueo de bandas juveniles latinoamericanas.

Sesenta kilos de napalm casero fabricado en la trastienda de un supermercado pakistaní.

Seis minas anticarro donadas por una ONG.

En vista de lo roñoso del arsenal, y aprovechando que el equipo de baloncesto local se encuentra en Croacia disputando la Final Four de la Euroliga, la Milicia les ha pedido que, si es posible, se traigan para casa no sólo la copa de campeones de Europa sino también armamento pesado, rifles de asalto, munición de todo calibre, granadas de mano, alambre de espino y varios helicópteros Apache.

Por otra parte mi cámara Pitín y yo hemos recibido buenas noticias: nuestra cadena de televisión está solucionando el problema con la reserva en el hotel de la prensa. De momento vamos tirando en la tienda de campaña, aunque desde que unos vándalos nos la incendiaron anteanoche no puedo pegar ojo.

La conexión en directo que teníamos prevista para el informativo nocturno ha sido cancelada a último momento. Se ve que el partido de la Final Four se ha alargado más de lo previsto.

A esta hora de la noche las calles están desiertas a causa del toque de queda. Sólo se oyen esporádicas detonaciones en la lejanía y el constante aullar de los supervivientes de la perrera, que deambulan desorientados por esta bella ciudad asediada.