Krimea: la metáfora de la guerra fría

Publicado originalmente en El Mundo Today.

Confusión, incertidumbre, melancolía. Tres palabras que definen perfectamente el estado anímico de la población de Krimea y el mío propio. El oso ruso ha despertado (metáfora) y ahora tiene que ducharse y desayunar (buscar metáfora mejor antes de publicar.)

Quisiera agradecer a los editores de El Mundo Today el esfuerzo que han hecho para que hoy pueda escribir estas líneas desde Sewastopol. No solo un esfuerzo económico, sino también físico, pues tuvieron que hacerme entrar en el avión a empujones y patadas.

El oso gigante ruso ha dado un zarpazo al tablero de ajedrez mundial (metáfora) y las reacciones han sido inmediatas. El águila americana bastante grande aún no se ha definido pero no descarta ninguna opción: desde bombardear Moscú hasta el boicot a los acordeones rusos. La ardilla mediana europea sí que ha tomado una decisión firme y rotunda: no hacer nada.

El referéndum de Krimea no ha sido la fiesta de la Democracia que todos deseábamos. Ha sido una fiesta improvisada a toda prisa, sin ganas y con invitados decepcionantes (no es metáfora, es la descripción de mi último cumpleaños).

Kiev queda a muchas millas de distancia. Un anciano me lo dice: “Kiev está muy lejos”. Y lo dice de verdad, mirándome a los ojos, mientras me ayuda a recuperar el zapato que me ha arrebatado un perro callejero. “Los perros no atienden a leyes”, me dice el anciano mientras intento atizarle con un palo (al perro). Seguramente entiende mejor que yo lo que está pasando (el anciano). (Y posiblemente el perro).

Con un pie descalzo piso el asfalto de la avenida Sammy Davis, Jr. En el otro (el otro pie) llevo un zapato. Quizá sea una metáfora. Lo del perro, quiero decir.