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Trabajada victoria del Barsa en Figueras por un contundente 1-1

De nada sirvió el punch ambiental en Figueras con las más de 35 gargantas que rugían atronadoras jaleando a los suyos e intentando amedrentar a los contrarios. De nada sirvieron los intentos mediáticos de convertir el match en un cara o cruz para el técnico barcelonista. Y de mucho menos sirvió el gol del Figueras cuando corría el minuto 12 en el cronómetro del colegiado, pues a la postre el FC Barcelona se impuso en la Final de la Copa Dalí por un holgado 1 a 1.

Es cierto que el resultado puede llamar a engaño, pero los hombres de Rajgaard dejaron claro desde el pitido inicial que estaban allá para acallar las numerosas críticas recibidas en estos días.

El ambiente fue impresionante, tanto dentro del rectángulo de juego como en los aledaños. El árbitro del colegio castellano-pucelano Garbaje-Odín estuvo discreto y amonestó a Ramallets (discreto) por parte del Barsa y al joven con el dorsal número 4 del Figueras (intermitente) por repetidas entradas al juez de línea. No le tembló la mano a la hora de señalar orsays, que los hubo a porrillo ni se amilanó ante los cánticos xenófobos de los 2 ultras figuerenses que fueron desalojados directamente a la cárcel sin pasar por la casilla de salida y sin cobrar 20.000.

Los de Riikjard llevaron la iniciativa del encuentro excepto en los momentos en que no lo hicieron, lo que encrespó al respetable, que no dudó en airear con saña los pañuelos blancos. En el minuto 5 una internada de Chavi (sobresaliente), que vio el partido desde el banquillo, provoca un rifirrafe en el área local y pone el cuero con suavidad a los pies de Koeman (tenso), que chuta sobre el cuerpo del líbero del Figueras (voluble). Ambos se perdieron por encima del larguero. El técnico local empezaba a inquietarse en la banda y ordenó a Cardeñosa (fatal) y a Juanele (ausente) que permutaran sus demarcaciones, lo que estimuló el contragolpe azulgrana, ya que Juanele (ausente) murió hace años y su espacio quedó descubierto.

Los errores tácticos se pagan caros y en metálico, o eso debieron pensar los aficionados de casa, cuando, soliviantados por la ineptitud del entrenador le arrojaron monedas a mansalva.

La inoportuna lesión de Canito (posibilista), el veloz volante interior del Figueras, que abandonó la cancha inconsciente pero por su propio pie, marcó el principio del fin del equipo albi-blanco. Quizá emulando el espíritu del genial pintor catalán que da nombre a la Copa Dalí, la defensa optó por un contumaz catenaccio que obligó al enganche a replegarse sobre sí mismo y a los medias puntas a ejercer de zagueros. El Barsa impuso su mejor condición física y contrarrestó el ultradefensivo 8-1-1 con un audaz 0-1-9.

Rischkar no dejaba de mascar chicle en el banquillo del equipo de la ciudad condal y echaba mano continuamente de la libreta. Sus muchachos se lo estaban pasando en grande, tocando, triangulando y fallando en boca de gol. Los ronditos se sucedían y la defensa local se desquiciaba.

En la segunda mitad, más de lo mismo. El público, cariacontecido comenzaba a desfilar consciente de que aquello acabaría en desastre. Pero lo mejor estaba por llegar. Al filo del minuto 15 de la reanudación, el colegiado interpreta como voluntario un puñetazo del central en la boca del estómago de Zárate (voluntarioso) y sin dudarlo señala el punto de penalti. Tangana monumental, pitada en las gradas, gritos de «Basta ya» y otras sandeces.

Reshjaanrjk mueve los brazos señalando jugada estratégica y el pibito Saviola (candente) coge carrerilla. El portero Alfeñiz (desatendido), impávido bajo el arco no puede evitar que el balón le golpee en la cara y debe ser retirado del terreno de juego por las asistencias sanitarias mientras reciben capones.

En la última media hora del encuentro el FC Barcelona impuso su casta gallarda en la frontal del área y aprovechó los desajustes de la línea defensiva y los episódicos cortes de luz en el estadio para poner la puntilla al inofensivo Figueras que, recordemos, se está pudriendo en las divisiones inferiores.

Al final todos contentos y cordial encajada de tortas entre los presidentes de los dos clubes.