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Consejos para escritores

Escribe raro para que no se entienda un pimiento. Desde la primera frase.

Obliga al lector a consultar el diccionario. Constantemente. En cada frase. Eso les excita.

Una frase con menos de seis adjetivos es una frase aburrida.

Tu lector tiene el diccionario de arcaísmos olvidado en la estantería. ¡Conviértelo en su compañero inseparable!

No te cortes a la hora de describir fenómenos meteorológicos. Los lectores siempre quieren más y más.

Intenta que todos tus protagonistas usen un Mac y describe con detalle qué modelo es y qué tipo de procesador usa.

Regla de oro: Incluye Illuminati. Si no puedes incluir Illuminati, incluye vampiros.

Las citas en griego clásico añaden dinamismo.

Los capítulos donde la protagonista bebe una taza de té humeante frente a la ventana requieren citas en alemán.

Un lector que abre una novela busca dos cosas: a) prosa indescifrable. b) notas a pie de página en ruso.

Los lectores detestan las tramas. Prescinde de ellas.

Utiliza los paréntesis y los signos de puntuación de forma creativa. Las setas alucinógenas ayudan.

Corea del Norte y Corea del Sur interrumpen su luna de miel

Publicado originalmente en El Mundo Today.

Confusión, bombardeos, melancolía. Estas tres palabras recorren Pyongyang como un espectro (metáfora).

Agradezco otra vez a los editores de El Mundo Today el sentido del deber que han demostrado enviándome a la capital de Corea del Norte y el sentido del humor del que hacen gala, pues, sin que me diera cuenta, llenaron mi maleta de propaganda anticomunista, folletos con jocosos comentarios sobre el aspecto de patata del líder Kim Jong-un y una gran pancarta con el lema «LENIN, MARX, KIM IL-SUNG: PERROFLAUTAS». No pongo en duda el buen humor y la capacidad autocrítica de los coreanos del norte pero, para evitar posibles malentendidos, me encerré en el lavabo del aeropuerto y me comí los folletos, la propaganda y la pancarta antes de pasar por la aduana.

La tensión entre las dos Coreas vuelve a resurgir por vigesimonovena vez en lo que llevamos de mes. Pero esta vez parece que va en serio, por decimoquinta vez consecutiva. Día sí día también los altercados en la frontera se suceden: los soldados de ambos bandos se intercambian miradas de reproche e, incluso, palabras gruesas.

Pero estos últimos días la cosa se ha puesto seria: intercambio de fuego de artillería. Y no precisamente cordial. Los del Sur dicen responder a las provocaciones de los del Norte y los del Norte dicen responder a las provocaciones de los del Sur. La conclusión es clara: alguien va por ahí provocando y no es fácil tomar partido por ninguno de los dos bandos, ya que los dos son muy graciosos.

El régimen de Pyongyang ha disparado varios misiles hacia aguas territoriales de Corea del Sur. Y eso es inadmisible, señores. Un ejército jamás debe atacar a la población civil, y mucho menos a la población de sardinas, anchoas, cocodrilos y otros peces. Es vergonzosa la pasividad de las asociaciones europeas de pescadores, que aún no han condenado este genocidio

La estrategia de Kim Jong-un parece clara: arrasar el fondo marino de sus vecinos y arrastrarlos a la hambruna o, al menos, a una dieta pobre en Omega-3. Algunos analistas creen que estos bombardeos al mar pretenden destruir la moral del enemigo a base de salpicaduras. No olvidemos que en Corea del Sur hay muchas fábricas de teléfonos móviles, y las salpicaduras en las pantallas pueden dejarlos inservibles.

El gobierno de Seúl no se arruga y responde con más fuego de artillería, pero esta vez los misiles caen en tierra. Y eso es peligrosísimo. Los socavones pueden llenarse de agua en la época de lluvias y provocar que alguien resbale y se tuerza el tobillo al caer en ellos. Las asociaciones excursionistas callan, y eso los convierte en cómplices de la barbarie.

El ambiente en Pyongyang se ha enrarecido. El espíritu dicharachero y jovial de sus habitantes se ha vuelto taciturno, gris y monótono. Si la ONU no para estos bombardeos mutuos puede que acaben provocando un accidente o una guerra entre dos ejércitos con el mismo tono de piel, lo cual resultaría intolerable.

Creo que el lector ya habrá intuido cuál es mi conclusión: un referéndum en Cataluña sería inconstitucional.

Mi pequeña contribución a la escalada armamentística norcoreana

Hace cinco años estuve en Corea del Norte. Fuimos a entrevistar a Alejandro Cao de Benós, el único extranjero con cargo político (creo recordar) en aquel paraíso. Un día nos llevaron de pícnic. El sitio era muy raro. No sé si los guías pretendían impresionarnos con algo que para ellos era poco menos que el jardín del Edén o si (lo más probable) simplemente nos perdimos y los cuatro o cinco comisarios que iban siempre con nosotros le dijeron al conductor del minibús: «Aquí mismo, junto a la cuneta».

Colocamos los manteles a cuadros y las cestas de comida sobre el lecho reseco de un río, colaborando como camaradas, intentando no resbalar con los cantos rodados.  Todo era un inmenso pedregal. Encontrar una piedra lo bastante grande como para sentarte en ella era inútil. Intentar que las botellas o los platos no cayesen entre los pedruscos requería una destreza que solo se consigue tras muchos años trabajando en el circo.

Una vez instalados (es un decir) y habiéndonos asegurado de que nuestros movimientos no iban a provocar ningún desprendimiento o alud de cantos rodados, pude alzar la vista y contemplar la majestuosidad del paraje. A un lado, la carretera. Al otro, una pared de tierra que no dejaba ver nada. Delante, un larguísimo pedregal con charcos intermitentes al cual me referiré como «arroyo». Detrás, un hotel gigantesco, una especie de pirámide de cemento, una muestra exquisita del estilo arquitectónico norcoreano (que puede definirse como «¿qué demonios es esta monstruosidad?»

Rompiendo la monotonía del paisaje había basura, plásticos, latas, esparcidos aquí y allá (y «aquí» quiere decir entre mantel y mantel).

La comida (que fue lo más decepcionante de la excursión, con diferencia) transcurrió sin lesionados de gravedad. Entonces me puse a charlar con Alejandro Cao. Es una persona inteligente, con sentido del humor y equivocada. Muy equivocada, a mi juicio. Me explicó su experiencia en el ejército español y otras cosas sorprendentes y, como no podía ser de otra manera, surgió el tema de las armas nucleares.

Yo acababa de leer «El dilema del prisionero», un libro que habla de la Teoría de Juegos, de John Von Neumann y de la importancia que tuvo esa rama de las matemáticas a la hora de tomar decisiones durante la Guerra Fría. Simplificando mucho (y desde mi conocimiento amateur) las teorías de juegos intentan explicar cómo debe jugar uno cuando no conoce las cartas del adversario. Es decir, qué debían hacer los norteamericanos con su arsenal nuclear ante la amenaza atómica soviética.

Le pregunté a Alejandro si había oído hablar de la Teoría de Juegos y me dijo que no y que le interesaba saber qué era. Yo tengo la tendencia a pegar el rollo padre sobre temas de divulgación científica a la mínima que veo un resquicio. Me apasiona, pero a mucha gente no y supongo que tampoco estoy dotado para la divulgación amena, así que el interés de mi público cae de forma estrepitosa a los dos minutos de bla, bla, bla, neutrones, bla, bla, las matemáticas son poesía, bla, bla, bla.

Por primera vez en mucho tiempo tenía a tiro a alguien dispuesto a que le pegara la chapa. Se me abrieron las puertas del cielo y lo aproveché. Le expliqué cómo, según la teoría, uno puede beneficiarse en una escalada armamentística. Le conté lo que es un juego de suma cero y un juego de suma distinta de cero. Y él me escuchó atentamente y, cuando acabé, me dijo que investigaría más sobre el tema.

Llevado por el entusiasmo del momento olvidé que no sé nada de matemáticas, ni de física, así que, seguramente, le expliqué todo mal. También olvidé que estaba hablando con alguien que trabaja para el gobierno de Corea del Norte y que me acababa de decir que no tendría ningún reparo en usar armas atómicas «ante una agresión del enemigo». Luego me arrepentí un poco, aunque no mucho. La posibilidad de haber contribuido (aunque sea mínimamente) a un holocausto nuclear empalidece ante la fenomenal perspectiva de que, algún día, me dediquen una calle en Pyongyang.

Han pasado cinco años y el joven Kim Jong-un no hace más que tensar la cuerda con Corea del Sur. Cada vez que les manda un pepinazo pienso en mi modesta contribución al conflicto en particular y a la estupidez en general.

Krimea: la metáfora de la guerra fría

Publicado originalmente en El Mundo Today.

Confusión, incertidumbre, melancolía. Tres palabras que definen perfectamente el estado anímico de la población de Krimea y el mío propio. El oso ruso ha despertado (metáfora) y ahora tiene que ducharse y desayunar (buscar metáfora mejor antes de publicar.)

Quisiera agradecer a los editores de El Mundo Today el esfuerzo que han hecho para que hoy pueda escribir estas líneas desde Sewastopol. No solo un esfuerzo económico, sino también físico, pues tuvieron que hacerme entrar en el avión a empujones y patadas.

El oso gigante ruso ha dado un zarpazo al tablero de ajedrez mundial (metáfora) y las reacciones han sido inmediatas. El águila americana bastante grande aún no se ha definido pero no descarta ninguna opción: desde bombardear Moscú hasta el boicot a los acordeones rusos. La ardilla mediana europea sí que ha tomado una decisión firme y rotunda: no hacer nada.

El referéndum de Krimea no ha sido la fiesta de la Democracia que todos deseábamos. Ha sido una fiesta improvisada a toda prisa, sin ganas y con invitados decepcionantes (no es metáfora, es la descripción de mi último cumpleaños).

Kiev queda a muchas millas de distancia. Un anciano me lo dice: “Kiev está muy lejos”. Y lo dice de verdad, mirándome a los ojos, mientras me ayuda a recuperar el zapato que me ha arrebatado un perro callejero. “Los perros no atienden a leyes”, me dice el anciano mientras intento atizarle con un palo (al perro). Seguramente entiende mejor que yo lo que está pasando (el anciano). (Y posiblemente el perro).

Con un pie descalzo piso el asfalto de la avenida Sammy Davis, Jr. En el otro (el otro pie) llevo un zapato. Quizá sea una metáfora. Lo del perro, quiero decir.

El misterioso vuelo MH370

Publicado originalmente en El Mundo Today.

Confusión, incertidumbre, melancolía. Tres palabras que definen perfectamente lo que está pasando ahora mismo en Malasia. Demasiados días sin noticias del vuelo MH370 que se perdió en algún lugar del Índico, según varios expertos. Un experto, sin embargo, opina que el vuelo desapareció en varios lugares del Índico. A la confusión sobre el paradero del vuelo malayo hay que añadir la confusión sobre mi propio paradero.

No tengo más que palabras de agradecimiento para los editores de El Mundo Today, que han considerado que debía desplazarme al lugar de los hechos (sic) para escribir esta crónica. Un medio de comunicación mediocre habría mandado a su corresponsal en un vuelo directo a Malasia. Doce horas. Sin escalas, sin tiempo para aclimatarse. Sin embargo, en un alarde de generosidad y buen hacer periodístico, los responsables de esta publicación no han escatimado en escalas, en interminables vuelos de compañías low cost, para que viviese en carne propia la incertidumbre, el espanto y la melancolía.

Tras un primer aterrizaje de emergencia en Bilbao (donde extravié el equipaje de mano), volé con SuperCheap Airlanes a Lanzarote (donde fui estafado por unos maleantes). En Santiago de Chile di por perdido el equipaje, aunque no hubo tiempo para reclamaciones, pues tuve que ir a la carrera para enlazar con el vuelo hacia Oslo. En Sheffield (creo) fui atracado (por los mismos maleantes de Lanzarote, irónicamente). Estoy casi seguro de que hicimos una parada técnica en Nuku Hiva, en la Polinesia Francesa, aunque no puedo asegurarlo, pues fui drogado (esta vez por las azafatas) y recobré el conocimiento, desnudo y en la fila 23 del vuelo Palma-Stuttgart.

Lo único que puedo afirmar rotundamente es que ahora me hallo en el extranjero (los policías que me detuvieron y apalearon en el calabozo parecían asiáticos) y que todos los carteles del aeropuerto están escritos en cirílico.

No seré yo quien me queje. Al contrario. Encontrar el vuelo MH370 es la máxima prioridad, pero agradecería que alguien me enviase ropa y un poco de dinero.

La mirada de Pere Navarro

El Pere Navarro em cau simpàtic. Em sembla un personatge extraordinari. Un personatge de ficció, vull dir. M’hi sento identificat. M’encantaria escriure una novel·la on ell fos el narrador perquè l’efecte humorístic seria devastador. Miraré d’explicar-ho.

Tinc la sensació de que no entén res. És a dir, segur que ell té un esquema mental, unes idees, uns valors, però és evident que van cap a una direcció i el món, cap a una altra.

És l’efecte Rompetechos: no entendre les coses fa que qualsevol nimietat es converteixi en un problema. El món, involuntàriament, és un lloc hostil.

A diferència del Rompetechos, però, el Pere Navarro no s’enfada. Manté un posat de calma que el fa més graciós. Segurament es pensa que domina la situació. Però és obvi que no. Manté la dignitat perquè està convençut que va pel bon camí: que té les respostes, que té carisma, que és popular.

Un altre aspecte que em sembla meravellós: el Pere Navarro mediador, dialogant, mesurat. El personatge que imagino es veu a sí mateix com àrbitre posseïdor d’una solució satisfactòria per reconciliar dues postures extremistes. Sense perdre la serenitat entra al mig d’un conflicte i ofereix una tercera via. Tant se val si és una tertúlia política o una baralla amb navalles. Ell confia poder convèncer amb el sentit comú. Per descomptat, el desastre està garantit. Això em desmunta. Em commou. Ara mateix l’abraçaria.

Començar un debat electoral amb «Sí, miri, bona nit» ja el fa entranyable. Ja veus que està fora d’òrbita, que ha perdut abans de començar. Que no ha entès res, en definitiva.

I, per últim, el detall més tragicòmic: sembla que no té maldat ni sentit de l’humor. Bon humor, potser sí. Que de vegades pot estar alegre, segurament. Però sentit de l’humor, no. A totes les fotos d’actes públics (saludant una peixatera, dinant amb militants…) té aquell gest inexpressiu que contradiu els textos que acompanyen les fotografies: «Sense perdre el somriure», «Alegria compartida»… I ell estoic, com Buster Keaton. Superat per la quotidianitat, sense ser-ne conscient.

Imagineu una novel·la on ell fos el narrador. No caldria fer cap broma, perquè el món que ens descriuria ja seria un lloc al·lucinat i equivocat. No entendria la relació causa-efecte. A la seva mirada no hi hauria cinisme, ni perplexitat, perquè ell no s’adonaria que no entén res. Només nosaltres veuríem que tots els seus esquemes mentals es construeixen sobre errors garrafals («Hi ha militants que es donen de baixa perquè no poden pagar la quota».)

Sóc massa mandrós per escriure una novel·la així, però n’he llegit algunes on el narrador és un Pere Navarro i, creieu-me, són divertidíssimes. I també tendres i tristes.

Humor s’escriu amb ç

Els catalans tenim un gran sentit de l’humor. Només cal recordar que vam fer José Montilla President de la Generalitat.

Som de la broma. Ens va la conya fina. Ens agrada riure per les butxaques. Som un poble amb un bon humor que fa patxoca.

L’humor català és tan bo com el millor humor francès, o el millor humor alemany, o el millor humor de Teheran…

Trobo que L’Esquella de la Torratxa, El Patufet, Cavall Fort o el diari Ara són referents al nivell del New Yorker. ¿Com oblidar les vinyetes mordaces d’en Xumet Galdós? Els seus acudits gràfics em fan exclamar “quin ximplet!”

Som mestres del sarcasme. Assenyalem una patata i diem “Mira, una patata”, perquè ens agrada l’humor àcid i punyent.

He gaudit amb l’audàcia de Charlie Rivel, el nostre Jango Edwards; o amb la mordacitat de Capri, el Ricky Gervais català.

Per no parlar de la sàtira audaç de la Lloll, que se’n riu del mort i de qui el vetlla, amb magnífiques imitacions de passotes o punkis. (NOTA: Crec que som afortunats de tenir a casa nostra les tres úniques dones gracioses del planeta: La Lloll, Mary Santpere i Rosa Maria Sardà.) (NOTA 2: No és casual que l’expressió juvenil LOL sigui tan semblant a Lloll.)

Però també traiem la mala bava quan cal i xalem d’allò més amb l’humor negre, com per exemple, fent caganers amb la cara del Wert.

Però allà on destaquem els catalans és amb la ironia. Em vénen al cap infinitat d’exemples: des de “Wert subnormal”, fins “Rajoy subnormal”, passant per “Juan Carlos I subnormal”.

Em deixo molts còmics que em fan molt de riure, però no em dóna la gana de fer-ne una llista exhaustiva. Hi ha el Tricicle (però no els considero humor català perquè no parlen) o l’Eugenio (que no em fa tanta gràcia perquè moltes vegades parlava en castellà) o la Teresa Forcades i l’Arcadi Oliveres, o etc.

Resumint: que, com a bon català, tinc molt bon humor.

Ara bé… Hi ha uns límits. Les bromes s’han d’entendre (recordem: “Wert subnormal”) o si no ja entrem en terreny perillós. Hi ha “humoristes” que no saps si parlen de broma o no. És més, tens la sensació que tot el que diuen és veritat. I això no pot ser.

Sortosament aquest tipus d‘“humoristes” no abunden a Catalunya i són menyspreats i oblidats per la història.

És el que li passa a Valero Sanmartí, l’autor del libel Jo només il·lumino la catalana terra.

Aquest tipus d’humor l’hem de desterrar del nostre país perquè una cosa és riure’s d’un mateix i una altra de ben diferent que riguin de tu a la cara.

Per començar, el tal Valero és un gallina: s’amaga sota un pseudònim i no dóna la cara. La gent que fa gràcia dóna la cara (excepte els actors del Crackòvia, que van molt maquillats, però no per covardia, sinó per mantenir intacta la suspensió de la realitat de l’espectador).

Jo només il·lumino la catalana terra (editorial Males Herbes, per si algú vol demanar-los algun tipus de censura), toca temes que no fan riure: Catalunya i els catalans. Senyor Sanmartí (o com jo prefereixo anomenar-lo, senyor Gallina): ¿és que no hi ha altres temes que no ofenguin i dels quals sí es pot fer broma? ¿Les mascotes? ¿Els electrodomèstics? ¿Els espanyols? ¿El subnormal de Wert?

Sàpiga que atacar els pilars de la nostra pàtria va uns quilòmetres més enllà de la broma. I això, no. L’humor serveix per fer bromes, no per donar opinions o disparar contra ningú. No ens faci perdre el bon humor.

(Gràcies a Déu els llibreters comparteixen la meva visió del món i no col·loquen aquest llibre a la secció d’humor sinó que el condemnen a la diàspora ben amagat en seccions com “periodisme” o “novel·la gràfica”. Ha fracassat, Sanmartí: ni a la secció d’humor ni al costat de Vicens Vives, que és on suposo que vostè voldria veure’s.)

Afortunadament Jo només il·lumino la catalana terra, de Valero “Súper Gallina” Sanmartí és una anomalia dins la nostra cultura i, aviat, gràcies a la capacitat de riure’s de nosaltres mateixos, l’enterrarem a l’oblit, allà on es podreixen altres irreverents que van passar-se de llestos, com Pujols o els de la Colla de Sabadell.

Ah, i una cosa més per acabar: Wert subnormal.

Precuelas de Alfred Hitchcock

Con la muerte bastante lejos

Extraños camino de la estación

Los huevos

Cortina nueva

El hombre que planificaba unas vacaciones familiares en Marruecos

Qué maja es Marnie

Yo me hago seminarista

La instrucción y recogida de pruebas del caso Paradine

Pero… ¿alguien ha visto a Harry últimamente?

Ligeros mareos desequilibrantes

Voy a acostarme. Sería gracioso que esta noche soñase que vuelvo a Manderley. Jaja

Se alquila piso con excelentes vistas a patio interior muy tranquilo

Norman Bates siempre saluda

Dichos populares que no me funcionan

«Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña»

Esta frase habla de la capacidad de adaptarse ante las adversidades, de la ductilidad. Es bienintencionada (aunque peligrosa porque incluye la palabra Mahoma) pero, lamentablemente, no me describe ni me representa. En mi caso debería ser «Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma se queda paralizado y con ansiedad». La ansiedad es muy desagradable. Los síntomas físicos pueden confundirse con los del infarto: dolor en el pecho y en el brazo izquierdo. Una vez fui a urgencias con esos síntomas, pensando que había llegado mi hora; el médico me dio Alprazolam y me dijo que eran nervios. «Ya sabes que la ansiedad es una cosa mental, ¿no? Que son imaginaciones tuyas. Que no hay motivo para reaccionar así», me dijo. Tuve ganas de pegarle un puñetazo, pero me contuve porque quería el Alprazolam.

 

«Ande yo caliente, ríase la gente»

Suelo combinar mi vestuario aleatoriamente, así que no es raro que salga a la calle ataviado como un payaso ciego. Muchas veces la gente me mira, y sé que no lo hacen por mi atractivo, sino por mi aspecto. Soy de los que anteponen la comodidad al estilo y prefiero no pasar frío, aunque ello signifique lucir un chaquetón que hubieran rechazado, incluso, los desdichados soldados napoleónicos durante la retirada de Rusia. Sé muy bien lo que es que se rían de ti por tu aspecto. Intento llevarlo con dignidad, pero no me gusta.

 

«De los cuarenta para arriba no te mojes la barriga»

Acabo de cumplir cuarenta años y, aunque es verdad que estuve varios días sin ducharme, me he mojado la barriga. Quizá haya adultos que sigan a rajatabla esta consigna y puedan llevar una vida más o menos normal. Descuidar la higiene de la barriga no es tan grave como, pongamos por caso, hacerlo con la de los genitales. Es verdad que hay gente con tendencia a acumular pelusilla en el ombligo (no es mi caso). Incluso hay personas a las que el ombligo les huele mal (tampoco es mi caso). He conocido a mucha gente que detesta que le toquen el ombligo (no es mi caso). Quizá es una superstición y tienen miedo de que les roben el alma, como los indios navajos, que creen que si les fotografías, les robas el espíritu (no es mi caso).

 

«Dame pan y dime tonto»

No me gusta que me insulten. Una vez fui a comprar un croissant a una tienda y el dependiente se mofó de mí ante sus compañeros. Yo hice ver que no lo oía, pagué y me fui. Siempre me he arrepentido de no haberle hecho notar que él llevaba la bragueta abierta. Tendría que habérselo dicho para dejarlo en ridículo ante sus compañeros y haberme ido sin comprar el croissant.

 

«Perro ladrador, poco mordedor»

Esto es radicalmente falso. El invierno pasado acompañamos a mi tía a su casa. Vive con seis docenas de perros, la mayoría de ellos enanos y oligofrénicos. Uno de ellos, especialmente esmirriado e hiperactivo, no paraba de ladrar. De repente, me pegó un mordisco en el tobillo y, no contento con eso, luego le mordió el tobillo a mi madre. Al día siguiente fuimos al médico, por miedo a que nos hubiera transmitido la rabia o algo peor.

 

«No hay peor sordo que el que no quiere oír»

Tuve un vecino, Mingo, sordo como una tapia. Cada vez que me lo encontraba en la escalera intentaba comunicarme con él a base de alaridos atroces, pero no había manera. «¡BUENOS DÍAS! ¡¿QUÉ TAL?!», le decía yo. «El perro [ininteligible] escalera [ininteligible] foto», contestaba él.

 

«Todos los caminos conducen a Roma»

Hace años estuve con mi señora en Roma, la Ciudad Eterna, la Roma de Italia. Si bien es cierto que fuimos en avión y nuestro camino nos condujo a Roma, creo recordar que había muchos vuelos con otros destinos: Madrid, Frankfurt, Tenerife, Madrid otra vez, Palma, Papeete… Lo que sí puedo afirmar rotundamente es que no todos los caminos en Roma llevan al mismo sitio; queríamos visitar un edificio bonito cuyo nombre no recuerdo y, tras consultar el mapa, nos perdimos. Mi señora insistía en que preguntásemos a un lugareño, a lo que yo me negué, obviamente. Tras vagar por calles sin interés paisajístico, mi señora me recriminó que «nos habíamos salido del mapa». Fue una tarde dura para la convivencia.

 

«A quien madruga, Dios le ayuda»

Soy agnuéstico.

Cultura #73: III trofeo Henry Kissinger del queso rodante

JUANRA
Hola. Buenas tardes, Biel.

BIEL
Buenas tardes, Juanra.

JUANRA
¿Qué nos traes? ¿Qué delicatessen nos has preparado?

BIEL
Pues esta semana he ido a ver uno de los deportes que más me gustan.

JUANRA
¿Has ido al bingo?

BIEL
No.

JUANRA
¿Al canódromo?

BIEL
No. He ido a una competición de esas de perseguir un queso ladera abajo: el III Trofeo Henry Kissinger del Queso Rodante.

AUDIO: SINTO FUERA – ENTRA ‘NEVER GONNA GIVE YOU UP’

JUANRA
III Trofeo Henry Kissinger del Queso Rodante. ¿Esto dónde ha sido? ¿En Estados Unidos?

BIEL
No, en Sant Cugat del Vallès.

JUANRA
Ah. Oye y, exactamente, en qué consiste este deporte.

BIEL
Pues es un deporte muy completo. Tiran un queso rodando pendiente abajo y la gente lo persigue y el primero que lo atrapa o que llega vivo a la meta, gana.

JUANRA
Ah, pues, no sé. No lo conocía.

BIEL
Es una mezcla de deporte y tradición, que no se sabe muy bien cómo empezó. Pero bueno, ya sabes, es eso de “se lo vi hacer a mi padre, y mi padre a su padre, así que voy a seguir haciéndolo”.

JUANRA
La tradición está para respetarla, no para cuestionarla.

BIEL
Además esto del queso pues simboliza muy bien la eterna lucha del hombre contra… contra…

JUANRA
Contra el queso.

BIEL
Contra el queso. Sí.

JUANRA
Lo de perseguir un queso montaña abajo me hace pensar en ese personaje mitológico… Cómo se llama…

BIEL
Jesucristo.

JUANRA
No.

BIEL
King Kong.

JUANRA
No. Es que no recuerdo muy bien en qué parte de la Biblia salía.

BIEL
¿Te has leído la Biblia?

JUANRA
Bueno. Por encima. Los trozos sobre Papá Noel, sobre lo de no usar preservativos y sobre que los homosexuales no pueden casarse. ¿Tú la has leído?

BIEL
No. Es que soy agnuéstico. O sea, que no leo libros.

JUANRA
Es que ahora no recuerdo… Era un personaje mitológico… creo que griego, o belga…

BIEL
Jesucristo.

JUANRA
No.

BIEL
King Kong.

JUANRA
No. ¿Cómo va a ser belga King Kong? Era uno que desafió a los dioses y lo condenaron a subir una roca a la montaña, y cuando llegaba arriba, la roca volvía a caer. Así toda la eternidad. ¿Cómo se llama?

BIEL
A mí me suena que es King Kong.

JUANRA
Es igual. Déjalo. Bueno. Cuenta qué tal el Trofeo Henry Kissinger del Queso Rodante.

BIEL
Ah, no pude ver nada. Se me puso delante el corresponsal de Reuters y me tapó todo el rato.

AUDIO: SINTONÍA CULTURA

JUANRA
Bueno, bueno. Hemos descubierto algo más de este deporte del Queso Rodante. Igual hemos despertado alguna vocación entre los oyentes. ¿Quién sabe? Quizá algún día no lo sepamos jamás. ¿Qué nota le vas a poner al III Trofeo Henry Kissinger del Queso Rodante?

BIEL
Cuatro estrellas: el reportero de Reuters tenía una nuca muy bonita.

JUANRA
Muchas gracias, Biel. Nos vemos el domingo que viene.

BIEL
Hasta la semana que viene, Juanra.

JUANRA
¡Ya me acuerdo! ¡Ícaro! Se llamaba Ícaro.

BIEL
No. Ícaro es el que subió al Empire State.